El Imperio español estaba atravesado por un fuerte vínculo con el catolicismo, pues la colonización no solo se trató de la apropiación de territorios y el establecimiento de nuevas políticas, sino de una conquista espiritual. Por lo tanto, el Estado español se dedicó a la ejecución del proyecto de la conversión espiritual de los indígenas, y para empezar, se requería de una enorme infraestructura como recurso para la imposición de la Corona. Es así, que se levantaron iglesias, conventos y monasterios revestidos de un arte basado en la iconografía religiosa, que, además de aplicarlo a la arquitectura, también se lo involucró a otra piezas como la pintura y la escultura.

Iglesia Catedral Primada de Quito
El arte se desarrolló con notables influencias europeas, sin embargo, a través de los años, se adoptaron rasgos estéticos particulares dotados de elementos novedosos que se distinguían de los modelos europeos.
Las normativas impuestas por la colonia sujetaron a las poblaciones locales para introducirse a nuevas formas de representación sin la posibilidad de alguna injerencia de arte aborigen. Se pretendía que las autoridades eclesiásticas vigilaran el manejo de las técnicas artísticas y eliminaran lo que estaba fuera de lo permitido, pero en la práctica estas medidas no eran aplicadas estrictamente, y por ello, se manifestaron propuestas innovadoras.
En el Quito colonial, la ausencia de mano de obra motivó a los franciscanos Fray Jodoco Ricke y Fray Pedro Gocial, a llevar a cabo la iniciativa de fundar una escuela de artes y oficios en el Convento de San Francisco. Indígenas y mestizos aprendieron las técnicas europeas, y a la vez, combinaron sus conocimientos prehispánicos. Esto permitió que Quito fuera la cuna de un estilo artístico interesante como reflejo de la fusión del Viejo y el Nuevo Mundo.