Después de la Independencia del Ecuador, se trató de alejar del arte de las herencias de España, pero los marcos de referencia seguían apegados a las formas culturales del pasado. Hubo transformaciones gracias a las nuevas temáticas y estilos que se iban adhiriendo, a pesar de que todavía se producía arte religioso, pero en menor cantidad. Se intentó definir una nueva identidad, inculcando toques de romanticismo como una muestra de la valoración de las emociones humanas, la imaginación, la subjetividad y el entorno natural.
Byron Lucero, historiador del arte y responsable de la Colección de arte del Museo Jacinto Jijón y Caamaño
Durante la última parte del siglo XIX, el gobierno ecuatoriano empezó a dar becas a los artistas para sus estudios en países Europa como España o Italia. Asimismo, llegaron al país viajeros relacionados con el arte y la ciencia, así como una gran variedad de libros de viajes y revistas científicas con ilustraciones, que inspiraron a los artistas locales. La percepción de la belleza estética de los paisajes y las escenas costumbristas de ciudades y pueblos, contribuyeron al establecimiento de una forma de hacer arte en el Ecuador.
Es así, que los artistas locales empezaron a tomar su entorno como fuente de inspiración, incorporando elementos locales y cotidianos que resaltaban los momentos de la vida rutinaria, los paisajes y personas indígenas y mestizas.