¿Cuáles fueron las primeras acciones de formación en restauración
en el Ecuador?
La restauración del patrimonio cultural en Ecuador empezó a tener importancia a partir de la Declaración de Quito como Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1978. Es así que a través de leyes para la protección al patrimonio, se priorizaron acciones de restauración y conservación por parte del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural como la capacitación de artistas y químicos con la colaboración de especialistas extranjeros de Polonia, Italia, España y México. Entre los convenios más importantes de esa época fueron los proyectos Ecuador – Bélgica y Ecuador – España.


El convenio con España permitió la restauración de importantes iglesias y conventos, incluido el Convento de San Francisco, así como la formación de restauradores ecuatorianos. Especialistas españoles arribaban a Ecuador para compartir sus conocimientos y técnicas de restauración, contribuyendo al desarrollo de esta disciplina en el país.


El convenio con Bélgica se estableció como un proyecto destinado a la conservación y restauración de los bienes culturales del Convento de Santo Domingo. Además, incluyó la intervención en museos y colecciones de obras de arte. Especialistas belgas llegaban a Ecuador para impartir charlas y clases a artistas locales, quienes demostraban sus habilidades y su compromiso con la profesión. Como un beneficio sorpresa de formar parte del proyecto, se ofrecían becas para especializarse en Bélgica.
El proyecto ECUABEL no solo contribuyó a la conservación del patrimonio cultural y al desarrollo profesional de los participantes, sino que también fomentó la creación de lazos de amistad entre ellos.
Historias inolvidables
Un ejemplo destacado es el del restaurador Edgar Santamaría, graduado en Bellas Artes en la Universidad Central del Ecuador. Recuerda con cariño el esfuerzo que dedicó a sus trabajos en el proyecto ECUABEL y la fortuna de haber conseguido una beca para formarse en Bruselas como especialista en Escultura Policromada. Durante ese tiempo, formó una amistad duradera con su compañero Patricio Guayasamín, un arquitecto que también ganó una beca para especializarse en restauración. Gracias a la oportunidad, ambos emprendieron el viaje de una aventura inolvidable.
Restauración como carrera universitaria
El impacto de los proyectos de restauración logró que el ejercicio se extienda al ámbito educativo universitario, específicamente, a la Universidad Tecnológica Equinoccial de Quito (UTE). Los convenios favorecieron en la capacitación de restauradores, y posteriormente, se impulsó la creación de la carrera de Restauración y Museología con algunos docentes que habían formado parte de los proyectos mencionados.
La UTE fue la única universidad que se dedicó a formar durante 35 años a jóvenes interesados en la cultura y el cuidado del patrimonio, combinando la teoría con la práctica en sitios patrimoniales de Quito en todas las horas de clases impartidas.
Sonia Merizalde, graduada en Restauración y Museología de la UTE en 1996. Especialista y Magister en Archivística y Gestión Documental.
La carrera de Restauración y Museología adquirió prestigio y reconocimiento tanto a nivel nacional como internacional por su alta calidad educativa en el área, logrando atraer estudiantes extranjeros provenientes de países de como Colombia, Argentina y Perú que no encontraban en sus ciudades instituciones inclinadas a la formación de restauradores.
Los profesionales graduados de la UTE alcanzaban gran renombre incluso en los exteriores. «Los restauradores ecuatorianos fueron muy solicitados a nivel latinoamericano en Lima, el Cuzco, Chile y Argentina, porque teníamos la fusión de estas dos carrera, una particularidad muy fuerte al formarnos como restauradores y museólogos», explica Margarita Pavón, restauradora con especialización superior de Historia del Arte y Museos y Patrimonio histórico.
La formación en la carrera abarcaba una amplia variedad de materias necesarias para comprender la ciencia de la protección y conservación del patrimonio cultural. Los estudiantes se dedicaban a aprender diversas ramas de conocimiento para convertirse en profesionales científicos para la intervención de las obras.

Parte de la preservación del patrimonio y la memoria es comunicar y educar a los públicos.
«Se aprende la parte científica; poder hacer los análisis químicos, analizar bien la obra, hasta donde llegas en la intervención, por qué materiales está compuesta la obra, saber la técnicas que vas a ocupar y qué productos vas a manejar. Eso únicamente lo aprendes gracias a una academia», comenta Merizalde.